#territoriodetregua es un laboratorio de experimentación, donde se recurre al texto, la imagen y la memoria mitológica como excusa para el encuentro, el pensamiento y la tregua. También es un espacio de registro escrito de momentos que irán siendo y no volverán a serlo más. Un mosaico de palabras, imagen, mito y observación.
Entrega I
Puerta amarilla. cuando verdura fue fruto amarillo.
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Antes de salir:
Deseo
abrirme a lo imperceptible
aquello que se encuentra.
La atención dirigida a lo desconocido.
pero, ¿cómo?
Hacer un diálogo con eso
no entiendo como.
Caminando:
Estoy en el centro de un laberinto rodeado por 1000 puertas.
Si pudiera abrir una,
¿cuál elegiría?
que inútil la pregunta
si pretendo imaginar la forma del porvenir.
Lo desconocido es justamente desconocido por carente,
de forma,
y también,
por portador,
de contenido.
qué oportuna la pregunta si me dispongo a recibir
ese #algoalguien que viene,
casi sin ser llamado.
Escucho un canto roto que abraza una de las 1000,
¿una señal?,
Parece una queja,
pero tiene esencia de huella,
en la arena,
de esas que saben morir con el viento.
Digo que sí y entro,
voy por esa marca de experiencia.
Ese sentido cartográfico queda impreso en el cuerpo.
Voy por ese color amarillo,
voy.
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Hay un salto sutil,
abismal,
que no se ve, pero está,
y me está diciendo:
es por acá
La imagen: un rulo que se acerca a un centro y sube hacia una puerta exótica que aparece suspendida en el vacío. Solo puedo la experiencia de la nada para llegar hasta allá. La magia: la presencia del portal. Ante todo eso, primero temo, después dudo del amor, del valor, y al final vuelvo a confiar. El punto: el miedo de andar sin centro. El miedo que me genera la no existencia, de marco. El miedo que me genera escribir estas líneas desparramadas sin sentido, aparente.
es más fácil cuando picaporte es picaporte y puerta es puerta, ¿no?
igual que cuando texto es texto.
La maravilla me hizo pasar y su advertencia me invitó a confiar: “si entrás, vas a tener que andar al ritmo estelar, imposible será ir marcha atrás, sí parar a integrar cuando sea momento, yo te voy a avisar”. Lo que no me puedo acordar es el instante en que decidí empezar a caminar. Lo tengo perdido como un corte en una vieja cinta de video. Solo puedo decir que anduve caminando un rato con Jano a la par.
—
Estaba con hambre de aire y dolor de palabras desordenadas. Con esos síntomas, en mi caso, lo mejor es salir a encontrarme con el azar. Entonces agarré la calcita con #decisión, que no es lo mismo que con #fuerza, respiré y salí. Brillaba de tan amarilla, era un amarillo esencial, monstruo. A los veinte metros: ¿Cómo te llamás?, pregunté, Jano, ¿querés jugar?, me respondió un cuerpo diminuto con pelota en brazo y un surco de tierra bajo cada una de sus uñas. Mientras me pesaban la verdura dije sí y desde la verdera me puse a patear en dirección al interior del local, porque, ¿quién no transformó alguna vez el marco de una puerta en un arco de fútbol? La secuencia duró poco, pero me dejó mucho: Lo imperceptible, la magia, el azar, la huella impermanente que sabe morir. Todo sí, pero los “como”, esos “como” que hacen de puente entre el cuerpo y la cabeza y nos enseñan a pensar con la carne. Esos “como” que en momentos de tormento y aislamiento como este me quitan el sueño y a veces me mienten hablándome de libertad cuando en realidad lo que están haciendo es pura sumisión, esos “como” pareciera que viven en el azar del encuentro, que son amigos de lo imprevisto, delatores de una puntita de misterio que no terminan nunca de mostrar todo con exactitud, pero que con claridad nos hacen sentir que es por ahí. En tiempo de temerosa aislación y ante la vastedad del misterioso laberinto en el que vivimos, como mapa de ruta iniciático dejo escrito esto acá: que inutil imaginar la forma del porvenir. Que oportuno si me dispongo a recibir aquello que pareciera llegar sin ser llamado.
Pequeña reseña poética en ofrenda a Jano, hábil orador y experto en el arte de ver hacia adelante y hacia atrás.
No lo llamé, apareció solo el otro día, así nomás.
Memoria mitológica
Jano es uno de los dioses de mayor antigüedad del panteón romano. Según ciertos mitógrafos su procedencia es indígena, por eso sus leyendas son romanas, ligadas exclusivamente a los orígenes de la ciudad. Se presenta con dos caras opuestas perfectamente integradas, una mirando para adelante y la otra hacia atrás.
Se dice que acogió a Saturno (Cronos) cuando su hijo Júpiter (Zeus) lo destronó para gobernar y así poner fin a la edad de oro. Por eso se le atribuye a Jano algunas de las características sobresalientes de la época del padre del tiempo: honestidad, abundancia y paz.
Post mortem se lo divinizó, y a partir de ahí se le atribuyeron características sagradas que no parecen tener relación con su personalidad precedente
¿habrá sido que no quisieron ver su cara de atrás?
Se le atribuye especialmente el milagro que salvó a Roma de la conquista sabina. Se dice que hizo brotar agua caliente ante los asaltantes, motivo que causó su posterior fuga. Luego del milagroso suceso, y en conmemoración a aquel, se decidió que en tiempos de guerra se dejaría siempre la puerta abierta del templo de Jano para que el dios pudiese acudir en auxilio a los romanos en cualquier momento. Esta puerta sólo se cerraba cuando en el imperio reinaba la paz.
Abro puertas
y dejo pasar a Jano,
y confío,
confío y confío
hago memoria y me encuentro,
encuentro, que las mejores historias de amor
surgieron estando en guerra.
Plano energético, o cómo estoy percibiendo estos tiempos.
Momento de purga. Tiempo de hacer un paneo general y detectar qué de todo aquello que venía siendo debe continuar, y que ya no va más. En mi caso el chequeo de me dibuja interno: intereses, deseos, colores o gustos de helado que antes me parecían un sí rotundo y ahora no tanto ¿Te pasó que te invitaron a hacer algo que hasta el año pasado te encantaba y ahora sentís que de ninguna manera la harías? a ese tipo de revisión me refiero. Sería como una especie de búsqueda del tesoro. Una búsqueda lenta que a través de nuestras grietas, nos permita vislumbrar una nueva luz, o tal vez un una visión confusa de esta. En mi caso, esta detección borrosa me está funcionando a través de lo sensible. Convertirnos en radiestesistas de intereses nuevos y, por lo tanto, deformes (#radiestesia #rabdomancia). Igual a lo que hacía un zahorí en el S. III A.C pero sin varillas de metal, solo con el cuerpo.
¿Cuál es el centro de lo que hasta ahora no se pudo limitar?
Hace muy poco me di cuenta que después del juicio no hay vuelta atrás. Comprendí que no existe forma segura donde volver, que no hay nada que resolver en todo eso que quedó. Por eso pensé que mejor que volver, sería ir.
¿Por qué hice raíz ahí y no en otro lugar?
También descubrí que esta reacomodación #humanaplanetaria será colectiva y en resonancia, con o sin conciencia de la transmigración de “yo” a “yo en masa” (dependiendo del caso), pero colectiva y por masa crítica, o sea, que nos va a llevar tiempo.
Mantra: la brújula la tiene el cuerpo, no google.
Lo que sucede con el cuerpo y sin pantallas hace bien.
Hacer con el cuerpo es aprender sobre mis límites orgánicos.
Conocer mis límites es necesario para la práctica de lo vincular.
Tal vez el próximo reencuentro con Jano sea en cuerpo de ave,
y conversemos en una montaña.
Marzo, 2021
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Nicolás Martínez Cremonese - ***
Nació en 1984, cuando todavía se discaba para hablar por teléfono. Es una mezcla argento uruguaya sin glifosato. Cayó y más tarde salió de la educación pública. Como actor integró varias compañías teatrales en el ámbito de la Ciudad de Buenos Aires, siempre con muy poca popularidad, para no perder la costumbre. Opina que la certeza es la base de la locura. Es un alma antigua con corazón de ballena, cabeza de búho, cuerpo de pantera, y sangre de abeja.