#territoriodetregua es un laboratorio de experimentación, donde se recurre al texto, la imagen y la memoria mitológica como excusa para el encuentro, el pensamiento y la tregua. También es un espacio de registro escrito de momentos que irán siendo y no volverán a serlo más. Un mosaico de palabras, imagen, mito y observación.
Psique abandonada // Jacques-Louis David, 1795, Colección privada, EEUU
Entrega III
Sin nombre
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Llevo mínimo toda mi vida tratando de nombrar lo que ya murió. Las palabras del juicio me llegan cuando el barco zarpó. Mientras, flotan en el medio del río, como aquella boya oxidada que divide el territorio rioplatense y observo cada vez que voy hacia mi raíz uruguaya. El encuentro es de improviso, de atrás para adelante, con movimiento oscilante y constante.
El drama está en el límite.
¿Cómo habitar la impermanencia?
¿Cómo narrar sin fijar una posibilidad?
¿Cómo contar un hallazgo sin convertirme instantáneamente en asesino de su memoria?
¿Cómo pretender nombrar sin antes haber aprendido a amar?
¿será esto posible?
La sensación de total incomprensión.
La sensación de in proyección, como única visión.
Oda al sentido desesperanzado
Oda al sentido no - común
Oda al sentido percibido
Oda al sentido
Me quedo con Sentido un momento para declararme, también, inexistente. La inexistencia me calma, como el aire fresco de mar, aire de humedad. También me inquieta, no aprendí a vivir inexistente. Estoy sintiendo una particular ambigüedad, en esta húmeda práctica inexistencial, que me genera una extraña tensión interna. Esa que sucede en el encuentro de masas viajando con movimiento oscilatorio y lineal (es la mejor metáfora que encuentro para iluminar esta sensación, pido disculpas).
¿Cuánto tiempo podré flotar oscilante,
ser boya,
estar en el límite de lo que fue
y?
El agua es implacable, y por lo tanto, un canal de acceso a la divinidad ¿Será el temor que me genera aceptar lo fundamental e incomprensible del verbo amar, lo que me lleva a profanarlo cada vez que intento ponerle nombre? El amor mora en lo innombrable. En aras de unir opuestos, me animo a decir qué Sentido emerge desde la húmeda profundidad inexistencial, que solo estoy pudiendo captar, flotando oscilante en territorio de lo ambigüo. Es decir, puede ser semilla de alimento, también de necedad.
¿Cómo expandir el significante del verbo amar? ¿cómo referenciar la totalidad? A modo de prueba hago un intento de articularlo, entonces, desde ahora en adelante amar será El verbo total. También decido recurrir al mito del encuentro de Psique —alma, en griego— & Eros —Dios del amor, y, para algunos poetas míticos, hijo de Afrodita, diosa de la belleza—. Entonces, con esta lectoescritura bien incómoda, propongo por un rato intentar no significar el trance amoroso que argumenta este mito, sino solamente habitarlo desde la profundidad de su simbolismo.
La historia del mito cuenta que Psique era una princesa extremadamente bella. Era tanta la belleza que ésta encarnaba, que hasta la propia diosa Afrodita se había molestado por la existencia de una mortal con dotes tan o más atractivos que los suyos. La ira y envidia suscitada por la mortal fueron tan fuertes que la Diosa ordena la muerte de la bellísima princesa, encomendando a su hijo Eros la custodia de la fatal crueldad. Entonces, una noche, Psique es llevada a una roca lejana para que su muerte suceda en boca de un monstruo negado y poderoso que, en ocasiones, emergía desde aguas profundas. Pero sucedió que Eros, deslumbrado por la belleza de Psique, no sólo incumple el mortal mandato materno, sino que, además, decide aprovechar la oscuridad de la noche para magicamente rescatar a la princesa (sin ser por ella visto) y contraer matrimonio de inmediato. Psique, agradecida y maravillada por la irrupción del milagro nocturno, acepta ser esposada con el misterioso salvador adhiriendo a la única condición impuesta por el Dios: no preguntar, ni por cuenta propia develar su identidad. Dicho el protocolar y condicionado sí, Eros le cede un palacio fantástico, de felicidad, donde noche a noche, recubiertos por un manto de penumbra, iban a suceder sus encuentros amorosos.
La vida de la bella mortal iba siendo feliz hasta que sus hermanas decidieron con saña sembrar en su interior la semilla de la sospecha en torno a la extraña unión marital (lo cual suena bastante lógico, esposarse sin conocer el rostro del ser amado y no hacer nada al respecto, es de por sí un tanto llamativo). Entonces una noche Psique, atormentada por la situación, con lámpara y daga en mano, decide afrontar y develar el rostro de su misterioso marido. Fué tal la conmoción que le generó observar al dios en su lecho nupcial, que tropezó y, al mismo tiempo que se pinchó con una de sus infalibles flechas, derramó unas gotas de cera sobre el torso desnudo de su, ahora, reconocido y amado esposo. Eros, al despertar y comprobar que Psique había incumplido su promesa, decidió sin mediar palabra ponerle fin a la fantasía amorosa y volver al Olimpo. Casi de manera instantánea a la partida de la divinidad, se desvaneció la ilusión del matrimonio endiosado, al igual que el palacio y el idílico lecho nupcial.
Fue en aquella piedra de la desesperanza, donde milagrosamente fue rescatada, el lugar al que la atormentada Psique decide regresar para, por angustia y dolor, ahogar su vida. Pero, así como el pensamiento es hijo del viento, el agua es la madre del corazón. Habrá sido ésta la condición por la cual la humedad del río no la tragó, sino que más bien la bañó y acompañó hasta la orilla del cauce natural de su vida. Fue tal vez esa experiencia trascendental la que lleva a Psique a comprender que el alma es alma sólo cuando nuestra mente se piensa perdida, no antes, ni tampoco después. Por lo tanto, siempre nos va a empujar hacia la sensación de vacío, porque tal vez sea habitando ese borde desconocido donde se puedan encontrar los tesoros más elevados de esta experiencia del cuerpo que nombramos vida.
Lo que continúa en el relato mítico es la historia de una mujer que decide vivir a partir de un compromiso leal con El verbo total. Ella decide con ímpetu seguir los rastros de la experiencia amada, es decir, vivir en transformación (digo rastros y experiencias porque la diosa Afrodita le impone una suerte de desafíos experienciales, cada vez más complejos, en pos probar la veracidad de su deseos de recuperar a Eros -recordemos que una vez iluminado su rostro, éste había regresado al Olimpo dolido-). Psique no busca a Eros persona/Dios, no busca una forma específica de amor, sino que sigue las señales de su latencia y las vive. Cada intento de encuentro lo siente como vivir y morir al mismo tiempo, en cada experiencia se reencuentra con una posibilidad de Eros.
Con la valentía de la heroína mítica, pero con la completa aceptación de su condición de no guerrera, la preciosa Psique decide vivir habitando en y con la fuerza de lo innombrable. Esto como ofrenda vital, como valoración y aceptación de su condición de sujeto impermanente. Ella comprende a la perfección la frase “si no hay amor, que no haya nada”, por eso la encarna. La vitalidad de Psique es anormal, está desfasada, corrida, al borde, y tal vez sea por ello que llega al encuentro con la deidad (en el final del mito llega al Olimpo, y se reencuentra con Eros). Su alma es por naturaleza amante, por lo tanto, su alimento es la energía trascendental. Ella comprende, acepta y asume su condición. Entonces, en estos tiempos de incomprensión amplificada, declaro: Si hubiera algo importante a lo que aferrarme, que sea la guía del lado desconocido de mi mente, aquello que no puedo nombrar, tocar, ni explicar lo que marque el rumbo de mi experiencia vital.
La vida en continuidad,
de pruebas,
a partir y desde,
El verbo total.
En el medio,
la sensación de la experiencia.
¿ocupación?
Psique vive la desesperanza, y lo hace con la tranquilidad e intensidad que sólo quien se comprende impermanente puede encarnar. Ella comprende que amar y encontrarse con Dios suena bastante improbable, pero igualmente lo intenta, porque no considera otra alternativa de vida. Es a partir de esa comprensión profunda de la persona desesperanzada, desde donde dirige su hacer hacia las posibilidades más elevadas de su hoy. Desesperanza implica aceptar que convivimos con lo innombrable, es decir, implica comprender con claridad que nadie sale con vida de este trance, pero que igualmente debemos intentarlo. No armando un relato de fantasía llamado esperanza, sino con la conciencia plena de que la experiencia es finita y, por ende, que resulta imperioso hacer de este viaje del misterio un intento de encuentro con lo trascendente. Psique no pierde tiempo en ponerle nombre a lo que le pasa, no le interesa entender, porque está comprometida con su deseo nodal: vivir la experiencia de El verbo total. En mi vida siempre que aprendía algo, otra parte de mi moría al costado. Lo peor que hice en estas instancias de traspaso mental, fue tratar de entender. Esa pretensión de intelectualizar de lo que en definitiva termina siendo una ilusión, puede ser la trampa más grande que estemos atravesando como humanidad. Creer en una emoción, implica al mismo tiempo la edificación de una fantasía mental. Aceptar que hay cosas que no están habilitadas para nuestra comprensión y, no obstante, vivir en sintonía con la guía profunda del corazón, es lo mejor que podemos hacer para alquimizar destino, verdad y realidad. Entonces, en este tiempo de frío y reclusión inexistencial, invoco a Psique, para que nos guíe en lo que está siendo nuestro hoy como una melodía que suena en un acorde tal vez incomprensible y desesperanzado, pero en el fondo, tranquilizador.
Junio, 2021
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Nicolás Martínez Cremonese - ***
Nació en 1984, cuando todavía se discaba para hablar por teléfono. Es una mezcla argento uruguaya sin glifosato. Cayó y más tarde salió de la educación pública. Como actor integró varias compañías teatrales en el ámbito de la Ciudad de Buenos Aires, siempre con muy poca popularidad, para no perder la costumbre. Opina que la certeza es la base de la locura. Es un alma antigua con corazón de ballena, cabeza de búho, cuerpo de pantera, y sangre de abeja.